Todas las infancias pasan, menos aquellas en las que los diagnósticos invalidantes, el sufrimiento y el dolor de existir detienen el tiempo, bloquean la imagen corporal, el juego, la relación con los otros y cuestionan la experiencia infantil.
Los problemas en la infancia, ¿pueden interrumpir la temporalidad de la subjetividad, del desarrollo y la experiencia de los niños? El tiempo es un movimiento afectivo dinámico, vital, cambiante; siempre es otro que no se puede imaginar antes de vivirlo; no pertenece a nadie y mucho menos a los diagnosticadores.
Los niños son sensibles espejos del tiempo. Las infancias desplegadas en esta obra no pueden reflejarse en ellos ni construir su memoria. Paralizados, acorralados en el cuerpo, en la acción, en los síntomas, o en los miedos nos demandan. ¿Seremos capaces de leer, escuchar, donar y crear el tiempo en devenir de los más chicos, los niños?
«Todos los niños crecen, menos uno»: así comienza la intrépida historia de Peter Pan. Y con ella se configura el eje de esta nueva propuesta de Esteban Levin.