¿Cómo relatar lo impensable? Julio Millares descubre la respuesta en la estrategia de Henry James: dándole una vuelta de tuerca al horror. El cielo no puede esperar, ganadora del premio Vargas Llosa en 1998, vuelve a contar la historia de la Escuela de Mecánica de la Armada -uno de los campos de concentración y exterminio durante la última dictadura militar en Argentina- a partir de un giro sorprendente: haciéndolo desde la perspectiva de los victimarios. La novela nos enfrenta con tres militares y sus diferentes actitudes ante el infierno cotidiano de la tortura, las violaciones y el robo de niños. Basada libremente sobre los hilos temáticos de Macbeth, tiene de dicha obra el tono de obsesión, de locura y de lógica inexorable y del teatro la prodigalidad de los diálogos y la disposición escénica. La brutalidad de los diálogos, que parecen haber sido dictados por un taquígrafo minucioso, contrasta con un narrador que elige poner una distancia poética con los hechos narrados a través de un lenguaje rítmico que experimenta con los límites de la sintaxis. Las escenas, breves e intensas, terminan de redondear una inquietante mezcla de presencia y distancia. El resultado es una experiencia literaria tan perturbadora como fascinante.