Según los conocimientos actuales, los primeros que imaginaron el concepto de laberinto fueron los antiguos mesopotámicos. Éstos les arrancaban las tripas a los animales, o, a veces, los intestinos a los seres humanos, y, según la forma que tuvieran, predecían el futuro. Sentían admiración por lo complejos que eran. Así que la forma del laberinto remite a las entrañas. Es decir, que el principio del laberinto reside en tu propio interior. Y éste se corresponde con el laberinto exterior.