piedra bruta, al tallarla, perdía así todas sus impurezas en un acto extremadamente simbólico. Para los Maestros constructores la piedra bruta no era otra cosa que la «materia prima» indiferenciada o el caos, tanto microcósmico como macrocósmico. En cambio, cuando estaba completamente tallada y pulida, llamada «sillar», representaba el acabado o perfección de la «obra». No cabe duda de que este simbolismo está emparentado con el alquímico, cuya finalidad es la eliminación de las impurezas de los metales para obtener el oro, paralelismo que encontramos en la transmutación de las imperfecciones e impurezas del ser humano (vil metal) en un ser trascendido, de luz, cuyo tránsito a un nuevo estado del ser es representado por lo áureo o incluso por el símbolo solar