Cuando uno sufre, carece de lucidez. Igual que cuando tiene miedo. Y precisamente como ocurre a veces con el miedo, el dolor también paraliza. Al contrario de lo que nos sugiere la visión heroica del dolor (el héroe reacciona al dolor con fuerza y rabia), cuando se vive esta emoción de forma violenta, quita la fuerza y desmoraliza, anulando aparentemente toda capacidad de reacción. Para no sufrir haremos cualquier cosa: incluso renunciar a vivir. Con tal de no sufrir el dolor de la pérdida, podremos permanecer junto a personas que nos maltratan. Con tal de no detenernos a pensar en lo que nos aflige, podemos volvernos hiperactivos y buscar constantemente actividades que nos distraigan de nuestros pensamientos