políticos, tanto cuando tienen razón como cuando no la tienen, son más poderosas de lo que suele creerse. De hecho, es poco más lo que gobierna el mundo. Los hombres prácticos, que se consideraban completamente libres de toda influencia intelectual, son, por lo general, esclavos de tal o cual economista difunto. Los locos en el poder, los que oyen voces en el aire, destilan su frenesí de algún escritorzuelo académico de unos años antes. Estoy seguro de que la fuerza de los intereses creado