Tras la confusión de sentimientos en la que me había visto inmersa, me enfrentaba al momento de tomar las riendas de mi vida y de dejar atrás el triángulo que habíamos formado Aarón, Daniel y yo.
Era hora de asimilar mi decisión y continuar mi camino, condenando cualquier posibilidad de acercamiento con Aarón, pues ambos, a pesar de la devastadora atracción que sentíamos, sabíamos que la nuestra era una relación prohibida. Pero si él sentía lo mismo que yo, ¿qué se empeñaba en ocultarme?
Mis dudas ensombrecían mi elección y decidí entregarme en cuerpo y alma al hombre que me demostrara que por amor cada error habría merecido la pena. Y ese hombre era el mismo al que yo, con mis deslices, tanto daño había hecho.