Una sociedad educada está compuesta por personas que han recibido, a lo largo de su infancia, adolescencia y juventud, los nutrientes correspondientes a sus capacidades físicas, intelectuales, afectivas y espirituales. Este tipo de sociedad es el que desearíamos haber tenido y haber podido transmitir a nuestros hijos, alumnos y menores en general. Con el deseo de llegar a tiempo y subsanar las carencias que venimos soportando y que transmitimos a nuestros menores, Daniel Pérez nos señala una serie de indicadores en este manual para familias y educadores.
«Creo esencial, coincidiendo con Daniel, que un educador debe ajustarse al entorno político y social en el que se desarrolla sus enseñanzas, para lograr la mayor utilidad y efectividad posible en la formación del educando».
María del Carmen Sánchez-Rojas Fenoll