Dos o tres meses después de aquello, dividió en segmentos el laboratorio y colocó espejos en los lados, arriba y abajo. Se construyó su propia casa de espejos, por así decirlo. Incluso la puerta era un espejo. Pasaba mucho tiempo allí, solo con una vela. Nadie sabía qué hacía, pero yo podía imaginarme lo que veía. En el centro de un cuarto rodeado de espejos, se reflejaría en una sucesión de imágenes infinitas. Estaría por todas partes. Solo de pensarlo sentía escalofríos.