«Reivindicar el tiempo como tiempo plural, abierto al futuro; como tiempo sincronizado con nuestros propios ritmos, subjetivo, además; como tiempo simultáneo, cuando las experiencias alternan con las expectativas, inclusive; no reducirlo, en cambio, al tiempo lineal, uniforme y vacío, constituye la vía para legitimar la diversidad de mundos: el histórico en el que somos otros, el interior en el que somos todo, el de la cotidianidad en el que somos muchos y el de la física en el que somos extras, lejos de dejarnos tiranizar por uno de ellos. Apostar por la finitud, de otro lado, sería una manera de liberarnos de lastres y atavismos como el esencialismo y la sustantivación a ultranza, la percepción del intelectual como cartógrafo y la del hombre como percha de atributos, el pensamiento binario y el estilo plano, cuyos orígenes se remontan al cruce de la lengua griega con la escritura encriptada, es decir, sin espacios entre palabra y palabra.» Libro en coedición con la Universidad Tecnológica de Pereira (Colombia).