La concurrencia de Chile a la Exposición Universal de Sevilla en 1992 se hizo ampliamente conocida por el enorme iceberg de hielo antártico que montó el país en su pabellón. Pocos recuerdan, sin embargo, que Chile ya había concurrido a otra exposición internacional en Sevilla, en 1929. Menos se sabe que en dicha oportunidad el discurso de nación fue bastante similar al de 1992: el de un país frío y eficiente, ajeno a su contexto latinoamericano. No se llevó hielo, pero sí araucarias de la «selva fría» para explicitar el clima templado de la región, mientras la arquitectura del pabellón nacional hacía referencia a las nevadas montañas del país.
A partir de la participación de Chile en la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929, este libro analiza el proceso de construcción de una «imagen nacional» para el extranjero en la década del veinte. A través del estudio de las discusiones sobre cómo representar al país y de la forma en que este fue finalmente escenificado en Sevilla, se identifican los relatos de nación imperantes en las primeras décadas del siglo XX y las contradicciones, discrepancias y negociaciones que surgían en torno a ellos. Algunos relatos resultaron ser de larga duración mientras otros, como el simbolismo folclórico e indigenista impulsado por el nacionalismo cultural, representaban un importante quiebre en relación con épocas anteriores.