la señora del fular impermeable, que pedía explicaciones, Jasper Gwyn llegó a explicarle que había algo hipnótico en todo aquello, afín a los efectos de una droga. Yo no exageraría tanto, dijo la anciana. Y le recordó que, en el fondo, se trataba de un trabajo, su trabajo como copista. Mejor piense usted en hacer algo que sea bueno, añadió, si no, me voy derechita a buscar a mis estudiantes.
–¿Cuántos días faltan?, preguntó Jasper Gwyn.
–Unos veinte, me parece.
–Tengo tiempo.
–¿Ha escrito algo ya?
–Apuntes. Nada que tenga sentido leer.
–Si yo fuera usted no estaría tan tranquila.
–No estoy tranquilo. Sólo he dicho que tengo tiempo. Pensaba ponerme histérico dentro de unos días.
–Vosotros los jóvenes: siempre posponiendo las cosas