Umberto Eco en «Viaje a la hiperrealidad» (1975) nos dice: «cuando hay una imitación —hipopótamo, dinosaurio o serpiente de mar— no lo es tanto porque no sería posible el tener el equivalente real sino porque se quiere que el público admire la perfección de la imitación y su obediencia al programa… en un parque zoológico el cocodrilo estará dormido, o escondido, pero Disneylandia nos dice que la naturaleza falsificada corresponde más a nuestras demandas de ensueño».