Cress había creado mil fantasías acerca del beso en la azotea, pero este beso era algo nuevo.
Mientras que el primer beso había sido gentil y protector, ahora había algo apasionado. Decidido. El cuerpo de Cress se disolvió en la más pura sensación. Las manos de él le quemaban la cintura a través de la delgada tela de la falda. Las rodillas de ella se apretaron contra la cadera de él, quien la acercó más y más, como si no pudiera aproximarse lo suficiente. Un gemido escapó de su boca, y la de él lo absorbió. Ella escuchó un jadeo, pero podía haber venido de cualquiera de los dos.
Y mientras que en la azotea el beso había sido interrumpido demasiado pronto por la batalla feroz alrededor de ellos, este beso siguió, y siguió y siguió…
Finalmente, cuando Cress empezaba a sentir que desfallecía, una inhalación desesperada interrumpió el beso. Cress estaba temblorosa y tenía la esperanza de que él no fuera a ponerla de nuevo en pie para informarle que era momento de continuar con el trabajo, pues dudaba de poder dar dos pasos, mucho menos llegar hasta el otro lado del palacio.
Thorne no se apartó. En cambio, le rodeó la espalda con los brazos, y ella volvió a sentir la tierna protección que recordaba. Su respiración era tan irregular como la de ella.