¿Es que acaso nadie pensó en asesinar a Perón? ¿Qué cara, que origen, que móviles tendría ese potencial asesino? Un personaje camaleónico, una especie de Zelig, aunque nada simpático, por cierto.
La Sombra del General, de Leonardo Killian, es una novela visual, se puede mirar, se puede leer como un guion atrapante cinematográfico.
El montaje teje piezas documentales con ficción y una cámara subjetiva que cambia de narrador al ritmo de la música. Una música que navega del jazz a las marchas fascistas, del blues a los cánticos juveniles de los años 70, del beat al tango melancólico. Esa música suena de fondo. La sombra del General es un relato donde ficción e historia se funden.
Una historia en blanco y negro con pocos grises termina siendo una historia negra.
Un thriller político que el montajista hiló tan caprichosamente como suele ser la historia; la historia de la Argentina real, que en aquellos años fue tan cruel como heroica.
Como la de una novela negra contada desde la derrota.
Porque ¿quién dijo que la historia de un fracaso no puede ser una buena historia o una buena película?
La novela de Leonardo Killian es una invitación a tomar asiento en la butaca, esperar a que se apague la luz y se encienda el proyector. En la pantalla aparecerá una sombra pesada, tan oscura como cualquier sombra: la sombra del General.