Me decía que escribir era la vaga ambición de guerrear contra mil enemigos y salir vivo. Que me leyó y supo que no debió permitir que la sacaran del combate. Que escribiera contra todos, me decía, y a pesar de todos. Que no les llevara paz sino la espada. Me decía que el enemigo estaba en todas partes y aunque yo estuviera cansado, solo, rodeado, había que marchar, marchar y pelear. Que pensara en ella en la batalla. Que sabía que iba a poner los ojos en blanco al leer esa línea. Que dejara de hacerles caso a todos y de una puta vez.