Una vez reconocida la fuente de la conversación [Dios], debemos entonces tener en cuenta a aquellos con quien él habla. Dios no habla en el vacío; habla a la gente y por medio de la gente, en la historia y por medio de ella. La conversación de Dios […] va dirigida a la gente de diversas historias culturales y por esta razón (entre otras) a menudo es incomprendida y mal interpretada