La Pequeña historia de Inglaterra es un alarde glorioso, un esfuerzo no intentado nunca y conseguido gracias a la limpidez, la fuerza sintética y la agilidad mental que caracterizan al famoso escritor inglés. Lo corriente, lo usual es que las historias sean desarrolladas por eruditos y especialistas; de aquí que nadie haya escrito una historia con miras al pueblo o desde el punto de vista del público. Las que solemos llamar historias populares más bien debieran llamarse antipopulares. Todas, casi sin excepción, están concebidas en contra del pueblo o lo ignoran o intentan demostrar laboriosamente sus errores. Estas palabras del autor son exactísimas, y llevan, además, la marca genuina de su temperamento. El aire paradójico que distingue su labor pública y diaria se infiltra sabiamente acá y allá, vivificando los hechos históricos que morían aletargados.