Violencia

Por qué es tan difícil escribir sobre ello? Porque escribirlo implica ejercer violencia sobre el lenguaje. Y el gesto me acerca a él, a su violentar sobre mí, como yo violento la palabra

Toda yo soy oído punzante

contra la tierra cocida del azulejo,

contra el esmalte brillante que lo recubre,

contra el recuerdo de mi padre

que trabajó treinta años en los hornos

de una azulejera.

Toda yo soy nudo que duele,

miedo que busca

culpa para dar sentido.

Toda yo soy el tacto de esa mejilla

que busca la fractura en el esmalte

brillante y se pregunta:

¿Lo habré roto?

Extiendo radialmente la culpa

por todo mi cuerpo, el peso

de haber querido estar.

Como se cambia de lugar el pan

o la sal

sobre la mesa,

así quisiera cambiar yo

el lugar de mi cuerpo

sobre la escritura.

Ahora, suscribo con horror que las madres,

aunque nos aman, se equivocan.

Y me convenzo de que alguien

debe saber lo que ocurre en esta casa,

sospechosamente parecida

a aquella casa.

MEMORIA
Mi boca, un pequeño dispositivo

interpelado por decenas de discursos

que hacen que mis recuerdos

sean hablados por los otros.

Ahora que dicen que pasó, me asusta

más todavía.

Yo misma me he convertido en el peligro,

yo misma temo ser la violencia.

¿Es posible, en fin, que el veneno sea una forma de vida?

¿Que no sea posible otro más

que el discurso infectado,

el yo-cerco sujeto a la posesión?

¿Que lo más real de mi letra sea

la mano que escribe, el gesto fronterizo

de la empuñadura

justo antes de la palabra?

A mis alumnas

Mirarlas

y sentirme amenazada.

Yo ya no

soy un ellas futuro.

No puedo serlo.

Mujer trunca

en el marco de referencia.

Irreversible.

El doblado señalar de mi cuerpo

no es válido.

¿Cómo decirles que no se dejen

hacer aquello

que yo he dejado?

¿Cómo descubrirse víctima

y seguir siendo dueña del discurso?

ya me salió
la madre en el verbo).