Tomemos, por ejemplo, HIERRO. Personas distintas ligan nociones muy distintas a esta palabra. Alguien que no haya oído hablar jamás del magnetismo tiene una idea muy diferente del HIERRO que alguien en la situación contraria. El vulgo, que tiene a este metal por incombustible, y el químico que lo ve arder con la furia más absoluta y que tiene otras razones para considerarlo uno de los cuerpos más combustibles de la naturaleza; el poeta, que lo utiliza como un emblema de la rigidez, y el herrero y el ingeniero, en cuyas manos es plástico y que lo modelan como si fuera cera en toda suerte de formas; el carcelero, que lo aprecia como una obstrucción, y el electricista, que solo ve en él un canal de comunicación abierta en el que el aire –el objeto más infranqueable– puede ser atravesado por el fluido encerrado en él; tienen todos ideas diferentes, y todas imperfectas, sobre la misma palabra.
El significado de un término como este se asemeja al arcoíris: todos lo ven distinto y todos dicen que es lo mismo.20