De acuerdo con Pacho Paredes “la escena independiente siguió expandiéndose y diversificándose durante los noventa, a pesar de la falta de opciones para su desarrollo, estrechando su vinculación con la vida cotidiana de los públicos y comunidades identificadas con las diferentes subculturas, generaciones y escenas roqueras: gótico, punk, metal, rhythm and blues, pop, hip hop, thrash, ethnorock, grunge, electrónicas, progresivas, entre tantas otras” (Paredes y Blanc, 2010: 452). A mediados de la década de los noventa, la escena del rock estaba claramente dividida en tres segmentos: los grupos ligados a las compañías trasnacionales, los grupos ligados a los sellos independientes y una escena underground vinculada al tianguis del Chopo. De acuerdo con Jose Luis Paredes, “de esta actividad underground también se dio el despegue de una incipiente escena de ska, ya arraigada dentro de un público de barrio bajo […] entre los grupos de ska que se formaron en ese momento destacan La Zotehuela, La Tremenda Korte, Nana Pancha, Sonora Skandalera, La Cizaña, El Parto de la Chole, Salón Victoria, La Matatena, y sobre todo Panteón Rococó e Inspector (este último de Monterrey), que se convirtieron en un fenómeno de alcances masivos al inicio del nuevo siglo” (Paredes y Blanc, 2010: 452).