Estás aquí, otra vez en el umbral de la puerta, a punto de irte, tomar un avión, cruzar el mar sin saber cuándo volverás, pero has cambiado, no eres la que llegó, pero tampoco eres ya la que vivió aquí y lo que duele, lo que duele de verdad, es que el hotel seguirá siendo el mismo, solo que ya no será tuyo.