iempo, sí, pero podría haber pasado en cualquier ciudad de nuestros días.
El crimen, decíamos, es lo de menos. Lo importante es la manera como todos los personajes que se encuentran en esa mansión –desde los ilustres invitados de los dueños de casa hasta los sirvientes que miran sus vidas de reojo– se enfrentan a los terribles hechos de aquel fin de semana. Todos, los de arriba y los de abajo, han sido sometidos por una ridícula cadena alimenticia que los ha convertido en lacayos chismosos. No tienen vida propia. Cualquier cosa que pase, cualquier conversación, cualquier silencio, pone en duda el precario equilibrio de sus cotidianidades. Sí, eso es. Se trata de un mundo sin sentido que a nosotros, como espectadores, nos parece extrañamente conocido: un guión que se niega a cederle a la acción el territorio de los misterios minúsculos y un elenco fabuloso, conformado por los mejores actores ingleses del momento, nos convencen por completo del absurdo.