Camila la acompañó en silencio hasta que el dolor de su amiga fue tocando sus pequeños duelos, los reales, los temidos y los aún no imaginados. Lloró la muerte de su abuela, que ocurriría alguna vez; la ausencia de los hermanos que siempre quiso y no tuvo; la triste historia de Luci, a quien nunca entregó la diadema de luz. También la estremecieron temores y soledades hasta entonces nunca sentidos.