La maquila es la parte de cereal que se queda el molinero por su trabajo de convertir el grano en harina con las piedras molineras que mueve el agua del río: la solera y la volandera. Su giro incansable bien podría representar el ciclo –el círculo— de nuestras vidas, y la maquila, la sisa, las pérdidas que nos vamos dejando hasta llegar al ocaso de nuestra existencia. Este es el molino del abuelo Maquila, derruido y muerto, que está reconstruyendo el joven bibliotecario Manuel, el protagonista de esta historia, en la orilla del río Guadamajud, en el valle de Navatrasierra. Un valle de robles y encinas donde está a punto de extinguirse uno de los animales más fascinantes del planeta: el ciervo volante. La metáfora del bosque, la metáfora del hombre en esta nueva e incomprensible sociedad. Un escarabajo cuyas larvas, a lo largo de cinco años, van triturando la madera de los árboles muertos para devolverla a la tierra y completar su regeneración. Es decir, convertir la muerte en vida. El gran milagro de la naturaleza. “Otro milagro de la primavera”. Cinco años reciclando la “podredumbre” y cuando, por fin, se metamorfosea en ciervo volante, ya solo le queda un mes de vida. Y como sus largos cuernos le impiden triturar madera, ahora se alimenta de la savia de los árboles y del néctar de frutas maduras. Volando únicamente entre la luz y la oscuridad del crepúsculo. ¡Pura hermosura, puro hedonismo… de última hora! Efímera como la propia vida. La reconstrucción del molino, a lo largo de veinte años hasta transformarlo en un palacio de luz, agua y cristal, simboliza la esperanza de renovación ante el declive del tío Justo, un sabio y viejo pastor que sestea con sus cabras en la otra orilla, y de Lucía, la madre de Manuel, que revolotea también en el último crepúsculo de su vida. Ambos, pastor y madre, con su ejemplo y sus enseñanzas, de una belleza arrebatadora. La que no queremos que nos roben. Belleza sin sisas. Maquila es un libro esencial, de los que te oprimen el pecho y te acarician el alma. Lírico y desgarrador a la vez, de una ternura infinita y todo un manual de supervivencia para conservar o restaurar los valores que hacen verdaderamente grandioso al ser humano y al planeta. Los hombres y mujeres, los animales y la tierra. Como ese mágico escarabajo, ese ciervo volante que sale cada noche como un Sísifo guerrero, pacientemente, con su coraza negra y su silencio, cargando con la piedra de todas nuestras miserias, a reparar los daños, a luchar contra la destrucción que estamos provocando.