Jesús de ir por todo el mundo y predicar el evangelio a toda criatura: «y en su nombre se predicarán el arrepenti-miento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén» (Lucas 24.47). En la iglesia de Lakewood siempre hemos hecho mucho énfasis en la Gran Comisión, y siempre lo haremos.
Pero fíjate en que Jesús declara que el punto de partida es Jerusalén, lo que quiere decir el lugar donde vives. La cuestión es que lo que Jesús está diciendo es: «Ciertamente mi corazón es llegar a todas las naciones. Pero si primero no alcanzas tu Jerusalén, no servirá de mucho para el resto del mundo».
En Cantares de Salomón 1.6 leemos: «me obligaron a cuidar las viñas; ¡y mi propia viña descuidé!». Dios nos ha hecho cuida-dores de viñas. ¿Qué es nuestra viña? Nuestra familia, nuestros amigos, nuestros vecinos y nuestros compañeros de trabajo. No vamos a cuidar de otras viñas y a olvidar la nuestra. Como hombres de fe inquebrantable, ¡vamos a tener fe para nuestra familia y amigos!
Sí, Dios nos ha ordenado ir por todo el mundo con el evangelio, pero nunca a expensas de desatender a nuestra propia familia. ¡Oh, menuda condenación caería sobre nosotros si tuviésemos que confesar que «mi propia viña descuidé»!
¿Qué sucedería si ganase el resto del mundo para Jesús y des-cuidase a mi propia familia? No puedo concebir la idea de uno solo de mis hijos muriendo sin haber depositado su fe en Cristo. O mi padre, mi madre, mis sobrinos y sobrinas o un viejo amigo. Dios me ha erigido en cuidador de mi familia, y soy responsable de ser un buen ejemplo, cuidarlos y orar por ellos.
De vez en cuando alguien me dice: «Bueno, ya sabes, no voy a influir a mi hijo respecto a qué religión es la correcta. Él tiene que crecer y tomar sus propias decisiones».
¿Qué tontería es esa? El mundo está influyendo a tus hijos: la cultura de las drogas, la pornografía, la televisión, el mundo del espectáculo, ¡y el pensamiento liberal en la escuela! ¡Es hora de que nos levantemos y llevemos nuestra fe a nuestra propia familia!
Tal vez hayas leído el libro Acres of Diamonds [Acres de diamantes], de Russell H. Conwell. Es la historia de un hombre cuyo deseo insaciable por encontrar diamantes le hizo vender su propiedad y partir a buscarlos. Viajó por todo el mundo pero nunca los encontró. Mientras tanto, el nuevo propietario de su casa descubrió que en el patio trasero de la propiedad había una rica mina de diamantes. El mensaje de Conwell a su público es: «¡Cava en tu propio patio!».
Yo apoyo de corazón a aquellos que desean llevar el evangelio a todo el mundo. Pero te aseguro que el mayor tesoro que tienes sobre la tierra se encuentra en tu propio patio: tu esposa, tus hijos y tu familia extendida. Esa es tu propia viña.
En Malaquías 3.17 Dios dice: «Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe» (RV60). Espero que te des cuenta de que tus hijos y esposa son diamantes para Dios. ¡Atesóralos!