Creo que tal vez durante un segundo, allí, en ese vestíbulo bañado por la tenue luz anaranjada, lleno de humo y sangre, con el estruendo de los disparos todavía retumbándome en los oídos y con la mandíbula tensa de pura adrenalina, algo en el rostro de esa chica, en el miedo y la desolación que contenía, me provocó una sensación parecida a la que me había impactado antes en el apartamento vacío; una sensación que invocaba algo olvidado pero latente, un recuerdo apenas intuido, una ausencia.