Lo paradójico de la conciencia es que es muy profunda y, sin embargo, muy simple. No se puede describir porque no tiene cualidades objetivas, tampoco tiene límites. A veces, cuando estamos totalmente en el momento presente en lugar de estar perdidos en nuestros pensamientos o nuestras proyecciones mentales, sale a la superficie, de forma natural.
La conciencia pura no es elevada ni baja, ni placentera ni desagradable, ni buena ni mala. Independientemente de donde estemos, cualquier cosa que hagamos, siempre tenemos acceso inmediato a esa paz interna. Se puede experimentar instantáneamente en cualquier circunstancia, una vez sabemos cómo estar atentos a ella.
Es totalmente pacífica y clara, viendo a través de todas las ilusiones. Cada vez que nos sintamos confundidos podemos usar ese momento para reposar en la mente de Buda, sin tratar de cambiar nada. Al residir en esa mente libre, encontramos de pronto lo que siempre hemos estado buscando.