«Ahora debemos perder ese conocimiento insidioso, corrosivo, esa necesidad de recopilar y tener. Debemos abrir nuestros cerebros, que están parados y llenos de información aleatoria, y hacer que nuestros miembros vuelvan a esbozar en el aire los patrones que les vengan en gana, no los compases medidos y la facilona síncopa del jazz-funk, sino una música carnal de liberación absoluta. Debemos hacer, una vez más, que la dicha sea un delito contra el estado.»