el siglo XXI, algunos artistas parecen suspirar por lo contrario: “¡El arte también es una ficción!”.
O un generador de mundos imaginarios, un asunto novelesco, el cuento sin fin de una simbiosis que está dinamitando la tradicional distancia entre escritores y artistas visuales, así como el mutuo desprecio que antes pudieran profesarse.
Ahí está, para probarlo, el intercambio entre los escritores contemporáneos y los artistas emanados de sus ficciones: Paul Auster y su Maria (¿o era Sophie Calle?), Patrick McGrath y su Jack Rathbone, Ignacio Vidal-Folch y su Kasperle, Roberto Bolaño y su Edwin Jones, Álvaro Enrigue y su Sebastián Vacca, Javier Calvo y su Matsuhiro Takei, César Aira y su Karina; Grégoire Bouillier y su, otra vez, Sophie Calle;