El pesimismo es la faz nocturna del pensamiento, un melodrama en torno a la futilidad del cerebro, un lirismo redactado en la tumba de la filosofía. Nadie precisa el pesimismo del mismo modo en que se necesitan la crítica constructiva, el consejo, la devolución, los libros inspiradores o una palmadita en la espalda (aunque me gusta imaginar el pesimismo como una forma de autoayuda).