Una vez más, miré a Spencer de soslayo. Presionaba la masa con cuidado y, más que aplanarla, la estaba manoseando como si en lugar de una bola de masa fuera… un pecho. Arqueé las cejas y levanté la mirada hacia sus ojos.
Los tenía cerrados, mientras que su rostro exhibía una expresión de éxtasis exagerada. Tuve que contenerme para no echarme a reír.
Un chasquido arrancó a Spencer de su trance. Tony le había azotado el trasero con un trapo húmedo.