Hemos dicho al principio de este texto que la superioridad de los análisis de Trotsky forzaba a la admiración del lector. Pero el estudio de sus escritos provoca más bien la cólera y el desprecio que la admiración. Qué fácil hubiese sido tomar en cuenta las advertencias de Trotsky y evitar así el desastre. Ésta debe ser la moraleja: reconocer el mal para poder combatirlo a tiempo y con éxito. La catástrofe alemana no debe repetirse. Y no se repetirá.