oreja y me tocaba la cara. Me tapé con la sábana, para que Gatita fea me dejara en paz. Decidida, trepó sobre mí y se me sentó en el pecho.
—Miau. —Acarició con el hocico la sábana que me escondía.
Intenté levantar la cabeza, pero me dolía mucho.
—¿Qué? ¿Qué quieres?
—Miau