Hay libros que se escriben con sucesos. Los de Hebe Uhart se escriben con sucedidos, con cosas que a la autora le pasaron o le contaron, sin requisitos de grandiosidad. No se trata de una mera disposición autobiográfica, sino de la convicción, que en Hebe Uhart es notoria, de que no existe escritura hasta que no existe encarnadura en la experiencia. Quienes escriben desde sus experiencias tienden a multiplicar esas experiencias. Y quienes asimilan la literatura al mundo existente, tienden a ampliar las fronteras de ese mundo. Pero Uhart no. Uhart en cambio dice: “Yo no soy aventurera”. La suya resulta entonces una literatura de la experiencia, pero de una experiencia de baja intensidad, siempre módica: tal vez por eso su literatura podría admitir, en este sentido, el atributo de minimalista. Es Uhart quien no lo admite: "¿Quién dictamina qué cosas son mínimas o máximas? No hay jerarquía de lo que es importante para escribir. La importancia la da el que escribe”. Martín Kohan Entre la gente que narra hay quienes se inclinan por un “modo de decir” que en su peso expresivo, en su manera de sonar o de envolver lo experimentado o percibido termina por imponer o producir un “modo de mirar”. Es lo que pasa con William Faulkner, con Thomas Bernhard, con Juan José Saer. En cambio la narradora argentina Hebe Uhart se ubica entre aquellos donde un “modo de mirar” segrega un “modo de decir”, un estilo. Lo mismo pasa primero en Kafka, después en nombres tan dispares como Eudora Welty, Felisberto Hernández, Mario Levrero, Juan José Millás o Clarice Lispector. La mirada de la autora ve algo, y en la búsqueda del mejor modo de ponerlo en palabras, va construyendo un articulado, discreto lenguaje propio, que no se impone a lo percibido, sino que se origina en ese mundo. Elvio Gandolfo Hebe Uhart es la mejor escritora argentina. Fogwill