En su lectura estaremos presentes en la vida cotidiana de la Grecia del siglo II, sintiendo sus estaciones, el olor de sus campos, viendo el horizonte de su mar y asombrándonos al ver un ladrón, unos jóvenes de la ciudad que se divierten o el sibilino acercamiento de un pederasta.
En una traducción actual, sin censura y fiel al original griego, ofrecemos una de las primeras novelas. Ahí empieza a tomar fuerza la presencia, la capacidad de colocar al lector en la experiencia cotidiana de una época.