rico sólo es el hombre que aprendió, piadoso y humilde, a convivir con el tiempo, aproximándose a él con ternura, sin contrariar sus disposiciones, sin rebelarse contra su curso, sin molestar su corriente, estando atento a su flujo, brindándole antes con sabiduría para recibir sus favores y no su ira; el equilibrio de la vida depende esencialmente de este bien supremo, y quien sepa con acierto la cantidad de descanso o de espera que se debe poner en las cosas, no corre nunca el riesgo, al buscarlas, de toparse con lo que no es