Pero los buenos y viejos tiempos ya se habían ido. Los turistas eran ya mirones. Sólo querían pasear por allí y mirar las cosas. No entraban en los cafés. Ni siquiera se emborrachaban. Nada era rentable ya. Los buenos tiempos se habían terminado. Nadie daba nada y nadie tenía dinero, y si lo tenían se lo guardaban. Era una nueva era y no precisamente muy interesante. Todos andaban buscando el modo de destrozar al otro, todos revolucionarios y cerdos.