Todo aquel que en algún momento haya intentado escribir una novela sabe lo duro que es este trabajo, sin duda una de las peores formas de autoempleo. Hay que quedarse permanentemente encerrado en uno mismo, en una celda individual, completamente a solas. No deja de ser una psicosis controlada, una paranoia y una obsesión uncidas al trabajo, desprovistas por lo tanto de plumas, polisones y máscaras venecianas por los que las conocemos, sino ataviadas más bien con delantales de carnicero, calzadas con botas de goma, empuñando un cuchillo de destripar.