En las historias que componen este libro, Valerio Massimo Manfredi cultiva diversos géneros para retratar aquello que más le apasiona: el mundo antiguo. De los conflictos que supuso en Roma la invasión longobarda al hallazgo del mítico Zeus de Fidias; del tráfico de arte mesopotámico a una puesta al día de los combates de gladiadores, el autor convierte la materia histórica en relatos trepidantes, casi cinematográficos. Los profundos conocimientos arqueológicos de Manfredi hacen que el lector disfrute de los misterios de la Historia y encuentre constantemente paralelismos entre la Antigüedad y el presente. En El Ocaso de Roma, nombre que lleva el primero de los relatos (y para mí el mejor de los cuatro), nos encontramos con Eutiquio Crescencio Severo, un aristócrata romano que vive en una ciudad a la que solo le quedan los recuerdos de lo que alguna vez fue. El imperio romano ya no existe o al menos solo sigue vigente para los que, como Severo, se niegan a aceptarlo. Los Longobardos ya ocupan cada una de las zonas, pero el personaje de este primer relato solo parece percibirlo cuando uno de “esos bárbaros” se muda a un terreno lindero a su finca y comienza descaradamente a utilizar sus recursos, ya sea el agua o los terrenos. El conflicto estalla y de a poco se va transformando en un claro paralelo del problema mayor, el de esa Roma invadida y cada vez menos poderosa. Tanto en este primer relato, como en los tres siguientes de El Ocaso de Roma y otros relatos (Un arqueólogo que intenta hallar el Zeus de Fidias, otro que se ve involucrado en el tráfico de arte mesopotámico y por último una moderna competición en Nueva York que se asemeja demasiado a las míticas peleas entre gladiadores) Valerio Massimo Manfredi logra crear climas confusos que atrapan, nos presenta a personajes valientes y amantes de sus trabajos y en cada página logra que una pared o una flor no sean simplemente eso, sino una pared que tiene una historia y una flor con un pasado digno de ser contado. Pero también otorga mucho espacio a la acción (con disparos, secuestros y todo), al suspense y por supuesto, al romance, por los siglos de los siglos.