El signo de los cuatro

––No, no; yo nunca hago conjeturas. Es un hábito nefasto. Destruye las facultades lógicas.

Si tenía diecisiete años cuando desapareció su padre, ahora debía de tener veintisiete, una edad espléndida, cuando la juventud ha perdido su arrogancia y se vuelve algo más sensata gracias a la experiencia.

––A mí ––dijo Sherlock Holmes–– me queda todavía el frasco de cocaína.

como ese negro

––Son estas cosas tan sencillas las que más fácilmente se pasan por alto.

Tengo un organismo muy curioso. No recuerdo que el trabajo me haya cansado nunca; en cambio, no hacer nada me deja completamente agotado.

Sherlock Holmes y yo nos miramos el uno al otro con mirada inexpresiva y luego estallamos al mismo tiempo en una incontenible carcajada.

¿De qué sirve tener talento, doctor, si no se tiene campo en el que aplicarlo?

No puedo vivir sin hacer trabajar el cerebro. ¿Qué otra razón hay para vivir?

disparé con un cachorro de tigre de dos cañones