la infancia se ha prolongado más en el tiempo, porque «a la nueva generación se le ha pedido que no crezca demasiado; cada niño ha de seguir siendo el niño, una especie de muñeco irrompible»,22 un pequeño ser al que hay que adorar cada vez más y cuyos caprichos hay que satisfacer por entero. La adolescencia («edad incierta») y la juventud también se han retrasado, invadiendo progresivamente el período antes reservado a la edad adulta.