En el tránsito del estallido social chileno a la instalación del coronavirus, la filósofa Aïcha Liviana Messina y la psicoanalista Constanza Michelson establecen una correspondencia cruda, tierna y honesta, que rehúye toda doxa o militancia.
Sus intercambios mezclan relatos cotidianos, observaciones políticas y sociales, apreciaciones sobre libros y películas compartidas, recuerdos personales, inquietantes preguntas y profundas reflexiones sobre casi todo: el tiempo, la familia, el miedo, la ética, la enfermedad, el paisaje, el dolor, el juego, el insomnio, el deseo, la violencia, la muerte, la maternidad y la infancia. Repito infancia, que aquí es la escena del eterno retorno.
Ante el lector (¿voyerista?) el libro despliega una amistad profunda entre dos mujeres que se arrojan al lenguaje componiendo, en el borde de este mundo, otro mundo. De ritmos e intensidades móviles, un diálogo emancipador del pensamiento que es también, para el lector, un respirador (no mecánico).