El cuadro de la diferencia es vívido. A un lado, la actitud más tradicional: miembros de la familia que se congregan en torno a la cama del paciente, le traen comida, le dan las medicinas, lo limpian y lo lavan y, quizá, lo atienden sin lavarse las manos trayendo suciedad de la calle hasta la cama del enfermo. Es posible incluso que aceleren su fin, puesto que todo esto no es demasiado higiénico.