El ejercicio de la observación profunda nos permite identificar y arrancar las raíces de nuestras emociones dolorosas. La simple práctica de abrazar las emociones puede resultar, en este sentido, muy útil. Si durante los momentos más difíciles en que nuestra emoción está presente, sabemos cómo y dónde refugiarnos y somos capaces de inspirar y espirar, durante quince, veinte o hasta veinticinco minutos, centrando nuestra atención en el ascenso y descenso del abdomen, la tormenta acabará amainando y tendremos la certeza de que sobreviviremos. Y cuando logramos sobrevivir a una emoción poderosa, experimentamos una mayor paz mental. Una vez adquirida la pericia de la práctica, dejaremos de tener miedo, de modo que la próxima ocasión en que aparezca una emoción poderosa todo resultará más sencillo. Ya sabremos de antemano que podremos sobrevivir