Es importante darse cuenta aquí de que, a medida que una persona gana independencia para ser inconformista, gana a la vez seguridad personal para ser conformista. Como Jung señaló frecuentemente, una persona individuada no es lo mismo que una persona individualista. No trata de conformarse con las costumbres, pero tampoco siente la necesidad de desafiarlas. No trata de separarse de sus compañeros adoptando vestimentas extrañas o comportamientos fuera de lugar. Por el contrario, se siente realmente como expresión única de la divinidad, no tiene necesidad de demostrárselo a nadie.
Cuando encontramos a una de estas personas, normalmente no se los puede distinguir a simple vista del resto de un grupo. Su comportamiento público y su vestimenta no le distinguen. Puede estar participando activamente en la conversación o en silencio, pero casi al momento puede apreciarse una cualidad indefinible en su modo de ser que nos atrae. Es como si todo lo suyo, sus vestidos, sus gestos, la manera de sentarse le perteneciera. Nada en él es sobreimpuesto. Todo lo que dice o hace parece brotar de lo más profundo de su centro, de modo que sus más pequeños comentarios nos aparecen con un significado nuevo. Si está callado, su silencio también le pertenece.