VIRGINIA

Nadie ha tocado o visto un alma, nadie ha podido comprobar de manera concluyente su existencia, pero ustedes los humanos insisten en creer en ella. Si de verdad tuvieran alma, ¿creen que habría espacio para que yo entrara en un cuerpo? El alma es una falacia, un invento de la iglesia para tenerlos bajo control, igual que el pecado. El cielo que imaginan que las espera, no existe, y el infierno lo han vivido desde el momento mismo que nacieron. Sí, para eso las trajo su dios, para sufrir…

La ilusión del libre albedrío al que Dios las tiene tan acostumbradas.

los humanos no somos más que marionetas, obligados a convivir en un planeta despiadado y vengativo

—Creo que el chisme es pecado, doña Lidia —dijo Virginia —y si no, debería serlo.

sí, su sangre brillaba… ¿pero saben qué es lo peor? Que olía a moras frescas… como a mermelada… les juro que me dieron ganas de lamerla… sé que suena a locura, pero me entraron unas ganas incontrolables de comerme toda esa sangre.

Ángela no agregó nada más. Caminando lentamente se acercó a las grandes puertas del templo y, con algo de dificultad, las abrió. Les echó a todos un último vistazo y salió a la oscuridad de la calle.

—A estas alturas, sinceramente, pueden matarse entre ustedes, estamos rodeados de demonios, todos vamos a morir muy pronto… o peor, nos van a poseer. Ya nada importa.

El fin de los tiempos, padre, dice Aldemar, pero ahora su voz es aguda, un extraño y escalofriante falsete. El infierno en la tierra, Ernesto.

Virginia se atrevió a insinuar que, tal vez, nunca volviera a amanecer

—Sí, padre, es sangre. Finalmente sucedió.