«Yo, Kal'ladril Akhelbec'h, juro solemnemente bajo mis dioses, conciencia y honor, que protegeré a mi tierra y a mi rey, […] hasta el último de mis días»
Dicen que todo tiene un final. La era de paz no iba a ser una excepción.
La profecía de los elfos puros ya lo advirtió, sabíamos que llegaría…
Pero nunca imaginé que se llevaría a cabo conmigo encabezando
el mayor ejército de todo el continente.
Nunca imaginé que de mí dependería el destino de Elthymeron.
Cuando pronuncié mi juramento, conocía la responsabilidad a la que me atenía.
Pero nadie mencionó que sería la clave para la salvación, o la total destrucción.
Nadie mencionó que debería encargarme de eliminar al grandios dragón.
La misión era clara: conseguir alianza en cada ciudad.
El reino humano era el primer final.
Y ella, esa elfa mestiza,
debía haber sido solamente la prisionera
que me tenía que acompañar.