El acceder libremente a la poesía, sin la fiscalización de un adulto que seleccione “lo adecuado” o prohíba lo inadecuado, parece ser la condición imprescindible para que ese primer contacto sea inolvidable. Los libros “inadecuados” son, por lo general, los que recordaremos toda la vida, porque nos permitirán volver a ellos una y otra vez, descubriendo siempre un nuevo reflejo. Los libros totalmente comprensibles, cuyas palabras y anécdotas sean fácilmente asimilables, nos darán una satisfacción momentánea, rápidamente olvidada.