En Los hombres de la Guadaña [Tusquets, 2009], Connolly se aleja, aunque no demasiado, de Charlie Parker y su destino fatal, centrándose en dos personajes a los que ya iba dando más y más cancha en sus últimos libros; Louis y Ángel, la pareja de asesinos que lo comparten todo, son los auténticos protagonistas de la novela. La historia del Hombre Quemado, que ya había surgido con anterioridad hablando del pasado de Louis, cobra fuerza y nos explica mucho del asesino. También aparece Gabriel, el anciano que crió y entrenó a Louis para que se convirtiera en el mejor de los asesinos, el mejor de los Hombres de la guadaña. El libro de Connolly parece un punto de inflexión, una especie de capítulo dentro de la historia que prepara para Charlie Parker, responde a la necesidad de explicar mejor quiénes son Louis y Ángel, su historia verdadera, algo que sin duda cobrará importancia más adelante. El argumento, por eso, por ser más importante el personaje que la historia, no deja de ser una anécdota, la historia de una venganza, una traición y poco más, lo justo para contarnos lo que realmente importa. De paso, para no perder la costumbre, sirve para que Charlie Parker acabe un poco más solo, culpable y atormentado, y eso que casi no aparece excepto casi al final de la novela, nunca como voz principal y a través de los ojos de otros. Un libro-puente dentro de la obra de Connolly que cumple con creces las expectativas pero que apenas deja entrever cómo puede seguir la línea principal que guarda el irlandés bajo la manga en la que Los hombres de la guadaña es una pieza pensada para dar explicaciones y crear expectativas casi a partes iguales.